domingo, 10 de septiembre de 2017

¿FAMILIARIZACIÓN O RESIGNACIÓN?

Reflexiones sobre el periodo de familiarización desde la Teoría del apego.

     Desde hace quince años acompaño a los niños y niñas de 0-3 años en este proceso tan delicado y complejo. A lo largo de este tiempo he presenciado diferentes situaciones y es triste constatar que en nuestra sociedad hemos desarrollado una gran tolerancia ante expresiones infantiles de angustia y dolor que en absoluto son naturales ni saludables (llanto de protesta, enfado, resignación, etc). Por desgracia  demasiado a menudo el llanto desgarrador de un niño/a, durante los primeros días de escolarización, vivimos como algo normal... Las frase:  “Se le pasará”, “Ya se acostumbrará”, "Eso es normal" o "Es por su bien" todavía suenan en demasiadas escuelas y casas. Es por este motivo que me animo a compartir algunas reflexiones sobre el tema.


     Ante todo, creo que es imprescindible que tomemos conciencia, tanto los padres como los educadores/as y maestros/as infantiles de la importancia de este periodo, para hacer un acompañamiento desde el respeto, teniendo en cuenta el grado de maduración y el ritmo individual de cada criatura.

     Cuando hablamos de la edad 0-3 años, hablamos de una etapa muy vulnerable en la cual el bebé y/o niño/a pequeño necesita la seguridad y afecto sin condiciones, y en la cual su momento evolutivo no le permite separarse de su figura de apego (habitualmente madre, a veces padre u otro familiar cercano). Al no contar todavía con una representación interna de las figuras parentales, el hecho de quedarse solo en un sitio nuevo con las personas desconocidas provoca en él dolorosos sentimientos de abandono.

     La dependencia, absolutamente natural y necesaria en la primera infancia, se ve amenazada en el momento de escolarización temprana, forzando la autonomía de una criatura que todavía no está preparada para dar este paso. También hay que tener en cuenta otro aspecto, no de menor importancia, el concepto del tiempo en esta edad no está integrado. Así que las palabras: en seguida, en un ratito, pronto, después, etc. no significan nada para un/a niño/a que 20 min. puede vivir como una eternidad. Por otro lado “la escuela” siendo todavía un concepto abstracto también carece de significado, porque aún no forma parte de su vivencia directa, aunque le contemos diferentes cuentos sobre el tema días o semanas previas al acontecimiento.

    Resumiendo, en esta etapa evolutiva es primordial la presencia de una figura de referencia estable, segura y amorosa para facilitar todo el proceso de separación. Dicho esto, creo que no queda lugar a dudas que es necesario cambiar los protocolos, a veces bastante rígidos de algunos centros escolares que dificultan enormemente la adaptación.


     Afortunadamente cada vez más escuelas ven la necesidad de flexibilizar algunas normas en beneficio del niño/a y su armónico desarrollo afectivo. Aunque todavía queda mucho por hacer…

     Por otra parte los padres, cada vez más conscientes, quieren estar presentes junto a sus hijos/a y acompañarles en estos momentos tan delicados. Que se pueden y se deben (dentro de lo posible) vivir sin dolor y angustia, tanto por parte de los pequeños como por parte de las mamás y los papás. Y aquí la labor de los profesionales del ámbito educativo (y también la mía) es mostrar el respeto, ofrecer la escucha, estar presentes y comprensivos en todo momento, permitiendo expresar todo tipo de emociones sin juicio alguno. En fin, contactar con nuestra parte más sensible y empatizar con las familias que tenemos delante…
  
     Yolanda González, psicóloga y autora del libro “Educar sin miedo a escuchar” nos habla de dos criterios a contemplar durante el período de adaptación. El primero consiste en respetar ante todo la seguridad emocional de los peques, sin rupturas vinculares durante el tránsito familia-escuela. Y el segundo criterio es ser conscientes de la importancia de crear las condiciones idóneas para la formación del apego con la educadora sin forzar ni esperar a que dicho apego sea inmediato. En todo caso es un proceso dinámico y complejo, su duración va a marcar cada niño/a según su grado de maduración y su historia familiar.

    Y para acabar me gustaría mencionar tres señales que nos pueden indicar que el proceso de familiarización-adaptación se haya finalizado (J. González, 2015):


-     Ausencia de angustia y llanto ante la partida de la figura de apego.
-  Ausencia de retraimiento y pasividad. 
-   Presencia de la exploración y del juego con el educador/a y los iguales.


Para lograr una sana adaptación, basada en el respecto y el amor,  la colaboración y el diálogo entre las familias y los centros educativos es imprescindible.



Ewa Sitko (Licenciada en Pedagogía, formada en Terapia Gestalt y Terapia Gestalt Infantil)

Bibliografía

González, Yolanda. Educar sin miedo a escuchar. Claves del acomañamiento respetuoso en la escuela y la familia. RBA, 2015
Bowlby, John. El apego y la pérdida. Paidós Iberica, 1993