Reflexiones sobre el periodo de familiarización desde la Teoría del
apego.
Desde hace quince años acompaño a los niños y niñas de 0-3 años en este
proceso tan delicado y complejo. A lo largo de este tiempo he presenciado
diferentes situaciones y es triste constatar que en nuestra sociedad hemos
desarrollado una gran tolerancia ante expresiones infantiles de angustia y
dolor que en absoluto son naturales ni saludables (llanto de protesta, enfado,
resignación, etc). Por desgracia demasiado a menudo el llanto desgarrador de un niño/a, durante los primeros días de escolarización, vivimos como algo normal... Las frase: “Se le pasará”, “Ya se
acostumbrará”, "Eso es normal" o "Es por su bien" todavía suenan en demasiadas escuelas y casas. Es por este
motivo que me animo a compartir algunas reflexiones sobre el tema.
Ante todo, creo que es
imprescindible que tomemos conciencia, tanto los padres como los educadores/as
y maestros/as infantiles de la importancia de este periodo, para hacer un
acompañamiento desde el respeto, teniendo en cuenta el grado de maduración y el
ritmo individual de cada criatura.
Cuando hablamos de la
edad 0-3 años, hablamos de una etapa muy vulnerable en la cual el bebé y/o
niño/a pequeño necesita la seguridad y afecto sin condiciones, y en
la cual su momento evolutivo no le permite separarse de su figura de apego
(habitualmente madre, a veces padre u otro familiar cercano). Al no contar
todavía con una representación interna de las figuras parentales, el hecho de
quedarse solo en un sitio nuevo con las personas desconocidas provoca en él
dolorosos sentimientos de abandono.
La dependencia,
absolutamente natural y necesaria en la primera infancia, se
ve amenazada en el momento de escolarización temprana, forzando la autonomía de
una criatura que todavía no está preparada para dar este paso. También hay que
tener en cuenta otro aspecto, no de menor importancia, el concepto del tiempo
en esta edad no está integrado. Así que las palabras: en seguida, en un
ratito, pronto, después, etc. no significan nada para un/a niño/a que 20
min. puede vivir como una eternidad. Por otro lado “la escuela” siendo todavía
un concepto abstracto también carece de significado, porque aún no forma parte de
su vivencia directa, aunque le contemos diferentes cuentos sobre el tema días o
semanas previas al acontecimiento.
Resumiendo, en esta
etapa evolutiva es primordial la presencia de una figura de referencia
estable, segura y amorosa para facilitar todo el proceso de
separación. Dicho esto, creo que no queda lugar a dudas que es necesario
cambiar los protocolos, a veces bastante rígidos de algunos centros escolares
que dificultan enormemente la adaptación.
Afortunadamente cada
vez más escuelas ven la necesidad de flexibilizar algunas normas en beneficio
del niño/a y su armónico desarrollo afectivo. Aunque todavía queda mucho por
hacer…
Por otra parte los
padres, cada vez más conscientes, quieren estar presentes junto a sus hijos/a y
acompañarles en estos momentos tan delicados. Que se pueden y se deben (dentro
de lo posible) vivir sin dolor y angustia, tanto por parte de los pequeños como
por parte de las mamás y los papás. Y aquí la labor de los profesionales del
ámbito educativo (y también la mía) es mostrar el respeto, ofrecer la escucha,
estar presentes y comprensivos en todo momento, permitiendo expresar todo tipo
de emociones sin juicio alguno. En fin, contactar con nuestra parte más
sensible y empatizar con las familias que tenemos delante…
Yolanda González,
psicóloga y autora del libro “Educar sin miedo a escuchar” nos habla de dos
criterios a contemplar durante el período de adaptación. El primero consiste en
respetar ante todo la seguridad emocional de los peques, sin
rupturas vinculares durante el tránsito familia-escuela. Y el segundo criterio
es ser conscientes de la importancia de crear las condiciones idóneas
para la formación del apego con la educadora sin
forzar ni esperar a que dicho apego sea inmediato. En todo caso es un proceso
dinámico y complejo, su duración va a marcar cada niño/a según su grado de
maduración y su historia familiar.
Y para
acabar me gustaría mencionar tres señales que nos pueden indicar que el proceso
de familiarización-adaptación se haya finalizado (J. González, 2015):
- Ausencia de angustia y
llanto ante la partida de la figura de apego.
- Ausencia de
retraimiento y pasividad.
- Presencia de la exploración
y del juego con el educador/a y los iguales.
Para lograr una sana
adaptación, basada en el respecto y el amor, la colaboración y el diálogo
entre las familias y los centros educativos es imprescindible.
Ewa Sitko (Licenciada en Pedagogía, formada en Terapia Gestalt y Terapia Gestalt Infantil)
Bibliografía
González,
Yolanda. Educar sin miedo a escuchar. Claves del acomañamiento
respetuoso en la escuela y la familia. RBA, 2015
Bowlby,
John. El apego y la pérdida. Paidós Iberica, 1993
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